Málaga año 2008

Datos personales

Torroxeño nacido en Antequera en 1940

COMIENZOS

En otro blog, dedicado a CITESA, escribí sobre mi paso por esta compañía y, una buena parte de mi existencia, ya quedó reflejada en el mismo.
Este blog fue idea de mi amigo y compañero Rafael Vertedor y, junto a él, figuran aportaciones de de Lorenzo Martínez, Angel Estévez, Florentino, José Outes y otros.
Ahora, quiero añadir otros aspectos y experiencias, al margen de mi vida laboral, aunque tantos años en esa compañía, me obliguen a referirme a los mismos, con algunos enlaces.
Mi marcha de esa empresa puede considerarse como punto de arranque para este blog, y desde aquí, llegar a su capítulo final:

Epilogo http://www.box.net/shared/4iuitb04kw

Los enlaces al resto de capítulos de Citesa figuran al margen del blog.

martes, 6 de octubre de 2009

COSAS DE AHORA(IV):CRISIS EN EL PARLAMENTO

-¡Buenos días!
-¡Buenas tardes!
Así comenzaban los “diálogos para besugos”, de una sección de humor, que incluía la revista infantil DDT allá por la década de los cincuenta, donde sus personajes mantenían una charla, llena de incoherencias y en la que, como se diría en términos que, hoy, se suelen usar en un lenguaje coloquial, cada uno “iba a su bola”. En ellos, su autor pretendía divertir al público para el que se destinaba la revista, entre el que el me encontraba por aquellos años. Desconozco si, hoy, existe alguna publicación que los recoja, pero si estoy seguro de que siguen produciéndose en la vida real, aunque, más allá de la hilaridad de aquellos, sólo conducen a la congoja y pena del que los lee o los escucha…
Para encontrarlos, sólo tenemos que acceder a la retransmisión televisada de cualquier sesión del nuestro parlamento o a la reseña escrita en algún periódico. La diferencia es que, ya, no nos hacen reír y que habría de sustituirse la palabra “para” por la de “entre”, porque, acreedores a ese apelativo, son los participes de tamaña astracanada y no los a que asistimos, impotentes y atónitos, al desarrollo de la misma. Por lo demás, todo sigue igual –buenos días, buenos tardes- y cada uno a lo suyo: los unos a llegar y, los otros a quedarse; nosotros, a llorar. Nunca tomé parte por ninguno de los personajes de Matías Guiu, autor de los diálogos originales, porque, además, carecían de nombre y, aunque, éstos, sí lo tienen, tampoco quisiera hacerlo ahora, aunque, tal vez, tenga que exigir una mayor responsabilidad al que ejerce el rol de médico, por la necesidad de tener que curar una enfermedad grave, que no puede curarse con los efectos paliativos de una política social, aplicando un simple apósito que sólo sirva para ocultar la lacra superficial de la misma sin extirpar de raíz el origen que la produjo.
Yo no soy economista; sólo acudo al sentido común. Y, éste, me dice que, abordar, con nuevas obras para crear un empleo precario o ampliar el subsidio de paro, incrementando impuestos, es como aplicar una gasa, impregnada de mercromina sobre las secuelas de un cáncer. ¿Qué haremos cuando se agote el pan de hoy y nos siga acuciando el hambre de mañana? Y, el día que finalicen las obras emprendidas, ¿romperemos aceras, fuentes y jardines, para rehacerlos una vez más?
No caeré en el error de decir que no soy político-todos lo somos- pero sí aseguro que no milito en ninguno de los partidos, porque, para hacerlo, hay que apostar por una u otra ideología y, yo, nunca he estado seguro de optar por cualquiera de las que tenemos. Solamente me siento capaz de inclinarme por las personas en función de la fiabilidad que me puedan merecer como gobernantes. Por eso, me limito a ser un votante que no sabe, todavía, que opción tomará el día que me toque acudir a ejercer como tal, porque, todos, me tenéis sumido en un mar de confusiones, agitado por el oleaje de la evasiva, la mentira y la improvisación. Mientras tanto, me permitiré unas súplicas, desde la convicción de que no me haréis caso alguno: quien quiera que seas, no mientas con el descubrimiento de unos brotes verdes, que nadie ha visto, ni dentro ni fuera de España, germinar sobre unos árboles, todavía yermos por la crisis económica que nos asola; si tu opositor te interpela por un problema de ahora, no le contestes recordando la invasión de Irak; no hables de las olimpiadas, cuando alguien se interesa por presuntos casos de corrupción; aparca la ley del aborto, frente a otras más acuciantes, porque el derecho a la vida no tiene fecha de caducidad y, los otros asuntos, sí la tiene; no hagas promesas, mientras no exista alguna ley que te demande del incumplimiento de las mismas; no te ocupes de la memoria histórica y preocúpate por la historia presente; no abogues tanto por el derecho a la igualdad, entre hombres y mujeres, para hacerlo más por los que comen y no los que no tienen para hacerlo y, por favor, si, alguien te saluda con un “buenos días”, no le respondas deseándole buenas tardes. Hasta ahora, sólo habéis conseguido sembrar, en mi interior, la semilla de la desconfianza. Y, mientras tanto, ¿qué? Sólo esperar.
Como soy optimista –por lo menos, quiero serlo- aguardo algún punto de inflexión, capaz de enderezar la curva de nuestras vidas. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, posiblemente, me anime a volver a las urnas. Entonces, tal vez sólo entonces, el difícil momento por el que atravesamos quede como un mal sueño y hasta es posible que me traiga, entre una sonrisa, el recuerdo de un antiguo espacio televisivo, que, casualmente, también se desarrollaba en un escenario circular, donde unos entrañables personajes –Gaby, Fofó y Miliqui- nos divertían, cuando éramos niños. Quizás, entonces, mis labios susurren una frase: Había, una vez, un circo…